lunes, 24 de agosto de 2009

Como templar el acero


Quería compartir este cuento porque me gusta mucho y muestra honestamente el sentimiento de un verdadero buscador. Del guerrero mísitco.


Durante muchos años un herrero trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida; muy por el contrario sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.


Una tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó: "Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado."


El herrero no respondió enseguida, él ya había pensando en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar, y terminó por encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:


"En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo, enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada, luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura. Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una sola vez no es suficiente."


El herrero hizo una larga pausa, y siguió: "A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de hierro viejo que ves a la entrada de mi herrería."


Hizo otra pausa más, y el herrero terminó: "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de hierro viejo de las almas."

lunes, 10 de agosto de 2009

Trabajar con un grupo


En el grupo era toda gente desconocida pero que tenía una misma búsqueda. Yo no entendía nada de cómo se efectuaba esa búsqueda, pero al verlos sentí que todos querían convertirse en seres humanos completos, es decir, que también buscaban conectar con algo superior y que para llegar allí también tendrían que haber buscado de la misma forma en que yo lo había hecho.

Aunque su búsqueda hubiera comenzado por otros caminos, que convergiéramos todos al mismo trabajo, para mí era algo mágico. Maravilloso.

Con el tiempo pude comprender (porque en teoría ya lo había leído, pero me resultaba muy difícil verlo en mí) que hablar de un personaje en uno ayuda a despegarse de él. Por eso muchas veces en los grupos se habla en tercera persona. Luego de asistir a algunos grupos pude empezar a levantar algún velo y tuve la posibilidad de ser testigo de cómo los personajes (las distintas facetas opuestas y complementarias de nuestra personalidad) se manifestaban a través de mí. Lo que antes era una identificiación total con aquellos personajes, con el tiempo comenzó ceder y empecé a detectar que no eran realmente "YO", sino una reacción aprendida, una programación familiar o cultural. Ese algo que dice o hace mecánicamente, sin que YO esté realmente presente…

De pronto me vi en uno de mis empleos diciendo....”esto no es justo, vos no podés hacer esto con un cliente” y allí vi algo actuando a través mío. Pude ver cómo “alguien en mí” califica todo el tiempo de justo o injusto, cómo alguien en mí dice lo que se puede hacer y lo que no, alguien en mí que se enoja y se enoja muchísimo por cosas que en realidad están más allá de su alcance.

Así, algunos supuestos que estaban en mí se fueron poniendo en cuestionamiento más conciente.

Hoy siento un principio de aire. Como si algo comenzara a despegarse de mí, como una piel vieja y reseca que se desprende después de mucho tiempo de sol.